El esperanto penetra en España muy pronto. Francisco Pi y Margall, expresidente de la I República Española, lo da a conocer en Madrid mediante un artículo publicado en el periódico republicano El Nuevo Régimen, y ya en 1890 se funda el primer grupo esperantista en Málaga. En 1909 tiene lugar en Barcelona el 5º Congreso Universal de Esperanto bajo la Protección de Honor de Alfonso XIII. Los años 20 y 30 son la época dorada del esperanto en nuestro país, con una notable difusión del idioma en ámbitos muy diversos.

La Guerra Civil y los años posteriores casi acaban con el esperanto en España, pero poco a poco, con tenacidad y esfuerzo, se consigue restablecer la infraestructura necesaria para continuar con las actividades. El hecho más destacado de estos años es la fundación en 1947 de la Federación Española de Esperanto, cuya labor continúa hasta hoy.

En 1963 se crea la cátedra de esperanto en la Universidad de La Laguna, ocupada por el Dr. Juan Régulo Pérez, que fue también, desde 1952 y durante 25 años, el promotor y editor de obras en esperanto más importante de su época. En 1968, el movimiento está ya lo suficientemente recuperado como para poder organizar el 53º Congreso Universal de Esperanto en Madrid. Ese mismo año se funda el Museo del Esperanto en Sant Pau d’Ordal (Barcelona). En 1969 se crea la Fundación Esperanto, cuyo objetivo es el apoyo a las actividades de difusión del idioma, entre las que merece destacarse la publicación en 1977 de la primera traducción completa del Quijote a cargo de Fernando de Diego.

La Federación Española de Esperanto prosigue su labor tras el regreso de la democracia. Asimismo, se incrementa el contacto con el resto del movimiento esperantista en todo el mundo y en 1993 tiene lugar un nuevo Congreso Universal de Esperanto en Valencia.

En la actualidad, el movimiento continúa desarrollando sus actividades. Existen grupos en todas las grandes ciudades, donde se imparten cursos y se incorporan nuevos hablantes.

Para saber más

El movimiento esperantista español es una organización más que centenaria. En 2003 se celebraron los 100 años de la fundación de la Sociedad Española para la Propaganda del Esperanto (HSpPE, en sus siglas en esa lengua), primera asociación de ámbito nacional creada con el objeto de difundir el idioma internacional.

Como es lógico, había precedentes. Tras la publicación del llamado primer libro en Varsovia (julio de 1887) en el que el Dr. Lázaro Zamenhof describía el idioma, las noticias no tardaron mucho en llegar a nuestro país. Se suele mencionar al malagueño José Rodríguez Huertas y al madrileño de origen cántabro Joaquín de Arce, bibliotecario del Senado, como los primeros españoles que aprendieron y utilizaron el idioma ya en el año 1889. Gran trascendencia tuvo el mencionado artículo de Pi i Margall en El Nuevo Régimen, donde se hacía un canto a las posibilidades que la nueva lengua ofrecía para el acercamiento de los pueblos del mundo y la desaparición de los odios entre las naciones.

Tras la fundación de los primeros círculos de esperantistas, la impartición regular de cursos y el contacto con grupos similares en otros países, el movimiento se sintió con fuerzas suficientes para fundar una asociación nacional en 1903. La iniciativa partió principalmente de esperantistas valencianos y murcianos, que constituyeron la primera junta directiva bajo la presidencia de Ricardo Codorníu, el padre de la ingeniería forestal española. Ese mismo año se comenzó a publicar la revista portavoz de la asociación, La Suno Hispana (“El Sol Español”), que publicaría 96 números mensuales hasta el año 1914.

El movimiento continuó creciendo de forma estable. También en 1903 se creó la asociación valenciana, y en años sucesivos lo harían la catalana, la andaluza, etc. También se fundaron poco después algunos grupos sectoriales, entre los que cabe destacar el de militares, un colectivo que constituyó un rasgo muy especial del movimiento español en comparación con otros países y que resultaría muy influyente durante los primeros años; también deben mencionarse el de obreros, que se consolidaría en décadas posteriores, o el de católicos.

El impulso principal al movimiento lo constituyó la celebración en 1909 del Congreso Mundial de Esperanto en la ciudad de Barcelona. Se trataba del quinto encuentro de esta clase que se celebraba en todo el mundo, y supuso la venida a Barcelona (y a Valencia, donde también se desarrollaron algunas actividades) de varios miles de personas de numerosos países, entre los cuales el propio Dr. Zamenhof, que fue condecorado por el rey Alfonso XIII, presidente de honor del Congreso, con la Orden de Isabel la Católica.

Los primeros años de la década siguiente vieron un avance notable del movimiento, no sólo a escala española, a pesar de la escisión producida por un grupo de esperantistas que en 1907 promovieron un esperanto reformado, el “Ido”. Así, en España se aprobó en 1911 un decreto que permitía la enseñanza del esperanto en los centros de enseñanza.

Todo este progreso se vio frenado bruscamente el año 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial y el agudizamiento de los odios entre países que acompañó a la contienda. Un golpe adicional lo constituyó el fallecimiento del fundador del idioma el año 1917.

En España, la influencia de estos problemas fue indirecta, debido a la pérdida del contacto con los colegas de otros países, pero ya el mismo año 1917 vio la fundación de otro grupo, la Federación Zamenhof, que sustituyó a la HSppE, que había desaparecido en este intervalo. La iniciativa correspondió a una persona que tendría una influencia muy grande en el movimiento hasta la guerra civil, Julio Mangada Rosenörn. Militar radical, masón, Mangada fue una figura destacada en la sociedad española de los años 30 y durante el comienzo de la guerra civil, y fue la cara visible del esperanto en España durante más de dos décadas.

La terminación de la guerra permitió la recuperación rápida del idioma. Renacieron anteriores grupos y se fundaron otros nuevos. El esperanto adquirió nuevo prestigio ante una sociedad harta de odios y guerras: si en toda Europa la Asociación Universal de Esperanto había prestado grandes servicios a prisioneros de guerra en ambos bandos, en España fue muy apreciada la labor de los esperantistas en el acogimiento de niños procedentes de familias que habían sufrido de forma cruel las consecuencias del conflicto. Por otra parte, hubo intentos serios de emplear el esperanto en la nueva arquitectura política internacional que surgió después de la guerra: una petición en tal sentido fue considerada en la Liga de Naciones, en cuyo seno uno de los principales defensores fue un español, el conocido ingeniero e inventor Leonardo Torres Quevedo; sin embargo, las propuestas fueron rechazadas por la oposición de las principales potencias, especialmente Francia, que no deseaban ver disminuido el papel de su propia lengua.

También conoció un fuerte impulso el esperantismo ligado al movimiento obrero, dentro de la tradición del internacionalismo proletario. A nivel internacional se produjo un destacable crecimiento en la recién nacida Unión Soviética, y en 1921 se creó una organización internacionalista, SAT (Sennacieca Asocio Tutmonda). En España, fue muy importante el apoyo de los medios anarquistas, que le dieron una impronta especial a su idioma (por cierto, un ejemplo de esta relación puede verse en la película “La ciutat cremada”, sobre la Semana Trágica de 1909). También existieron círculos de influencia socialista, lo que se tradujo, por ejemplo, en una rúbrica periódica sobre el esperanto en el periódico “El Socialista”, o la presencia de tres activos esperantistas en las Cortes Constituyentes de la Segunda República (Francisco Azorín, Cayetano Redondo y Rodrigo Armada).

Igualmente debe destacarse como muy activo el movimiento con base en Cataluña, en parte ligado al catalanismo político.

El movimiento general (neutral), heredero de la HSppE, liderado por Mangada y ahora denominado Asociación Española de Esperanto (HEA), continuó desarrollando sus actividades de difusión y propaganda, con algunos éxitos notables, como el nombramiento de tres científicos españoles (el mencionado Leonardo Torres Quevedo y los menos conocidos académicos Vicente Inglada Ors y Emilio Herrera Linares) como representantes oficiales del Estado Español en la Conferencia Internacional para el empleo del Esperanto en las Ciencias en 1925. No obstante, se ha de reconocer la debilidad organizativa del movimiento, agravada por el enfrentamiento interno entre los partidarios de una asociación fuerte y unitaria a nivel de todo el país, y los que defendían una simple confederación de grupos locales, regionales o sectoriales. Hubo incluso un periodo con dos asociaciones separadas, aunque en general el número de hablantes del idioma no dejó de crecer en el conjunto del país.

Por otra parte fue destacada la actividad cultural, especialmente en la edición de textos originales y traducciones de textos literarios escritos originalmente en castellano o catalán. En Cataluña precisamente fueron famosos los Juegos Florales en esperanto, a imagen de los celebrados habitualmente en catalán. Por otra parte, un Instituto Español de Esperanto agrupaba a las personalidades más importantes relacionadas con el idioma, con relevancia en las artes, la literatura o la ciencia.

Todo este progreso sufrió una inflexión con el inicio de la guerra civil. Aunque, como se ha visto, el esperantismo es un movimiento muy plural, con partidarios de todas las ideologías posibles, no es aventurado decir que una mayoría notable de los esperantistas, o al menos de los más notorios, tomó parte por el bando republicano. No olvidemos el caso de Mangada, ya citado, y también podemos indicar la participación de varios esperantistas extranjeros en las Brigadas Internacionales, o la edición de numerosos textos propagandísticos del gobierno republicano o de la Generalitat catalana, incluyendo un periódico de amplia difusión “Popola Fronto”.

Tras la guerra civil, el movimiento esperantista organizado desapareció como tal. Quedaron algunos círculos reducidos y personas aisladas, que poco a poco comenzaron a organizarse. Hay que decir que en esos primeros años el idioma era mal visto por algunas autoridades, pero no fue nunca prohibido oficialmente. En algún caso se conocen datos de esperantistas muertos o represaliados por serlo. Pero no ocurrió un grado de persecución como en Alemania, donde fue prohibido explícitamente y donde fue enviada a los campos de concentración, entre otros, toda la familia del Dr. Zamenhof, o en la Unión Soviética, donde se disolvió la asociación esperantista y se ejecutó a sus principales dirigentes.

Finalmente, tras muchas gestiones oficiales, en 1947 se fundaba la Federación Española de Esperanto (HEF), cuya labor continúa hasta el día de hoy. Participaron en ella personas que habían combatido en el bando nacional y también personas identificadas con el bando perdedor, que habían ya recuperado la libertad. Entre las primeras pueden mencionarse algunos de los que ostentaron la presidencia de la asociación, como el valenciano Dr. Rafael Herrero, o el que fuera rector de la Universidad de Zaragoza, Miguel Sancho Izquierdo. Entre las segundas, dos personas merecen una mención especial: el que fue redactor durante muchos años del Boletín de la asociación y activista incansable, Luis Hernández Lahuerta, y el principal editor de literatura en esperanto durante las décadas de los 50 y 60, el profesor de la Universidad de La Laguna, Juan Régulo Pérez.

La labor de difusión del idioma recuperó su ritmo, y el movimiento reanudó su actividad, que, aunque difícil de comparar con el nivel del periodo anterior a la guerra, fue lo suficientemente importante como para permitir la organización de un nuevo Congreso Universal, el número 53, en Madrid, en el año 1968. Ese mismo año se fundó el Museo del Esperanto en la localidad catalana de Sant Pau d’Ordal, uno de los más importantes en su género de todo el mundo.

En 1969 se creó la Fundación Esperanto, cuyo objetivo es el apoyo a las actividades de difusión del idioma; entre ellas, merece destacarse la publicación en 1977 de la primera traducción completa de El Quijote.

La Federación Española de Esperanto continuó su presencia tras el regreso de la democracia. Así mismo, este periodo permitió el renacimiento de asociaciones relacionadas con el movimiento obrero o con el pacifismo. También fue importante la creación o desarrollo de asociaciones en la mayoría de regiones y nacionalidades, principalmente en Cataluña y Valencia.

Así mismo, se incrementó el contacto con el resto del movimiento esperantista mundial. En 1993 tuvo lugar un nuevo Congreso Universal en Valencia, con la participación de casi dos mil personas de todo el mundo. La asociación internacionalista SAT celebró sus encuentros mundiales en España en 1986 y 2002. Y el año 2004 tuvo lugar en Bilbao el congreso de la Unión Europea de Esperanto.

En la actualidad, el movimiento continúa desarrollando sus actividades. Existen grupos en todas las ciudades importantes, y la impartición de cursos y la incorporación de nuevas personas no ha cesado. En los últimos años se ha visto incluso un incremento del interés, facilitado por la mayor posibilidad de comunicarse con personas de otros países, que brindan las nuevas tecnologías. En cualquier caso, está claro que continúa existiendo un grupo de personas que conserva la misma esperanza que alumbró a aquellos pioneros del año 1903: que es necesaria la comunicación de las personas por encima de las barreras físicas, políticas o lingüísticas, que esto sólo puede lograrse con un idioma neutral, que sitúe a todos en plano de igualdad, fácil y expresivo, y que sólo una lengua ha demostrado que cumple todos estos requisitos: el esperanto.