La literatura en esperanto
Cuando el Dr. Zamenhof comenzó a desarrollar una lengua nueva, que pudiera servir como forma de comunicación entre pueblos, tuvo claro que para que esa lengua, que poco después tomaría el nombre de esperanto, adquiriera una vida real, no bastaba con crear un instrumento frío, un código neutral, útil para la comunicación comercial. Tenía que ser una lengua real, que transmitiera sentimientos y belleza.
Las características estéticas fueron desde el comienzo uno de los parámetros que había que tener en cuenta. Por ello, no es extraño que el “Primer Libro”, como se conoce al folleto que presentó la lengua esperanto al público, contuviera un par de poemas originales y uno traducido. La primera obra original fue una sencilla composición llamada “Ho mia kor'” (Oh, mi corazón), del propio Zamenhof, que sin ser una obra maestra literaria, es apreciada por su lírica ingenua, y porque sirvió de germen e incitación al cultivo literario de la lengua.
Los primeros años no vieron un desarrollo espectacular de las potencialidades de la literatura original, ya que los primeros escritores prefirieron explotar la traducción de obras de lenguas nacionales. Se pretendía promover el carácter de puente cultural del nuevo idioma, a la vez que se probaban sus potencialidades como forma de expresión. A la vez se trataba de desarrollar el idioma, ya que se estimaba que así sería más fácil de hacerlo homologable a cualquiera de los ya existentes.
No obstante, algunos de los pioneros quisieron utilizar el esperanto como vehículo de sus aspiraciones literarias, y las primeras revistas comenzaron a incluir poesías y relatos originales. Algunos de ellos fueron incluidos en la “Fundamenta Krestomatio”, una antología de textos supervisada por el propio Zamenhof, que sirvió como modelo de buen esperanto, utilizable tanto por los que aprendían el idioma como por los que querían emplearlo de forma práctica.
Un impulso a la producción literaria lo proporcionaron los "Juegos Florales Internacionales", una iniciativa de los esperantistas catalanes, a semejanza de los Jocs Florals entonces famosos, en la que se premiaban obras en diversos géneros, y que pronto alcanzó prestigio internacional.
Esta primera etapa duró hasta el final de la década de 1910, y fue dominada por escritores del entonces Imperio Ruso (incluida Polonia) y por franceses, principalmente.
Tras la Gran Guerra, con el renacimiento del movimiento esperantista, también recomenzó la producción literaria. A comienzos de la década de los veinte se fundó la revista “Literatura Mondo” en Budapest. La calidad y exigencia de sus editores hizo que el nivel literario creciera de forma notable. Se creó así un círculo literario, que se conoce como "Escuela Húngara o de Budapest". Sus principales impulsores fueron los húngaros Kálmán Kalocsay y Julio (Gyula) Baghy.
Kalocsay es el poeta de los intelectuales, capaz de crear monumentos tanto originales como en traducciones de múltiples idiomas, con un rigor y una perfección técnica casi inigualables. Su obra fue muy influyente también por su labor como editor, y por su aportación como el gran teórico de la literatura en esperanto. Junto con Gaston Waringhien fue el redactor de la “Parnasa Gvidlibro” ("Guía del Parnaso"), una especie de manual de poesía en esperanto, muy influyente para posteriores generaciones, hasta el punto de que se habla de parnasianismo para el estilo poético que allí en parte se recomendaba.
Julio Baghy es el escritor del pueblo esperantista, si así se puede decir. Su estilo popular, sus historias, incluso su carácter personal, hizo de él uno de los autores más leídos y queridos de su época. Sus novelas cortas sobre sus experiencias durante la Gran Guerra fueron éxitos en su momento, y aun hoy se leen con gusto.
Otros escritores asignables a la Escuela Húngara o de Budapest son Ferenc Szilágyi, autor de algunos cuentos muy apreciables, o Theodor Schwartz, conocido más adelante como Tivadar Soros.
Mención especial merecen los autores de la llamada Escuela Soviética, que escribieron en esperanto durante el periodo de auge en los primeros años tras la revolución rusa, influidos por el estilo combativo de esos acontecimientos. El poeta más representativo fue Eugen Mijalski. En la novela destaca Mijaíl Varankin, con su obra "Metropoliteno", aun hoy considerada como una de las mejores obras en prosa de ese periodo. Desgraciadamente, la represión estalinista sobre el movimiento esperantista que tuvo lugar a finales de los años 30 acabó con esa escuela, y con la vida de varios de sus integrantes.
La Segunda Guerra Mundial causó una paralización del movimiento esperantista en general, y de la creación literaria en particular. No se debió sólo a las dificultades generales en el movimiento esperantista y a la sociedad general, sino al cierre de varias de las principales revistas literarias que servían de cauce de publicación de poesías y relatos. Ello supuso un problema práctico, que incidió en la regularidad de la publicación literaria.
Pero al acabar el conflicto, el panorama literario no tardaría en renovarse y retomar su fuerza. Curiosamente, la solución de los problemas prácticos de edición vino de España, concretamente de las islas Canarias, gracias a Juan Régulo Pérez, profesor de la Universidad de La Laguna, que lanzó una editorial nueva, con el nombre de "Stafeto".
La primera obra editada fue un tomo de la poesía colectiva de un grupo de escritores escoceses, con el título "Kvaropo" (Cuarteto). Los autores eran William Auld, John Dinwoodie, John Francis y Reto Rossetti, y constituyeron el germen de la denominada "Escuela Escocesa", que influyó el panorama literario de los años 50 y posteriores. Entre ellos el más conocido es William Auld, autor de obras de todo tipo, entre los cuales una epopeya, "La infana raso", una de las obras más valoradas en el panorama literario en esperanto. Auld fue nominado varias veces al Premio Nobel de Literatura.
Muy relacionada con esa escuela, aunque no considerada como un miembro de la misma, es la inglesa Marjorie Boulton, que también escribió en su idioma natal. Boulton tuvo durante esa época un papel similar al que anteriormente había desempeñado Julio Baghy, el de un escritor popular sin perder el rigor, autor de obras ingenuas, con un lenguaje accesible incluso para los hablantes menos expertos.
Un caso similar es el de Raymond Schwartz, autor ya antes de la guerra de numerosas piezas humorísticas, llenas de juegos de palabras y alusiones, y que en los años 60 publicó una novela larga muy popular, "Kiel akvo del rivero" (Como agua del río), parcialmente autobiográfica. También por sus obras humorísticas, bastante subidas de tono, es conocido Louis Beaucaire.
Caso contrario es el del checo Karel Píč (o Karolo Piĉ), autor de obras herméticas, con amplio uso de estructuras y combinaciones poco comunes. Su novela “La Litomiŝla Tombejo” (El cementerio de Litomysl) es una de las cumbres de la literatura en esperanto, muy apreciada por los críticos, pero considerada como una obra de culto.
Juan Régulo y Stafeto continuaron publicando textos literarios con un alto nivel de exigencia, y se consolidaron como la editorial más prestigiosa durante varias décadas.
En los años 70 y 80 se consolidó un fenómeno que en parte atestigua la madurez y normalidad del esperanto desde el punto de vista literario: el triunfo de algunos autores con una literatura menos exigente desde el punto de vista formal, y más accesible al lector medio.
Puede citarse al novelista István Nemere, un escritor profesional también en húngaro, que ha destacado en el género de las obras policíacas. Otro autor muy famoso es Claude Piron, que ha escrito también novelas policíacas con el pseudónimo de Johán Valano (y una erótica como Johán Balano), y que también es conocido por sus obras divulgativas y para estudiantes del idioma.
Más cercana en el tiempo hemos de mencionar a la Escuela Ibérica (Ibera Skolo), un grupo de jóvenes escritores de la península ibérica, que causaron sensación a comienzos de los años 90, y aún hoy se encuentran entre los más destacados autores en el idioma internacional. Entre ellos podemos citar a Miguel Gutiérrez Adúriz (más conocido bajo el pseudónimo Liven Dek, y que también es editor y autor de libros de aprendizaje y diccionarios), Jorge Camacho, Abel Montagut, Gonçalo Neves, Miguel Fernández, Joxemari Sarasúa y otros. Autores de obras originales y traducidas, con géneros y temáticas muy diversas, se caracterizan por su interés en explorar todas las potencialidades del idioma, y todos sus límites y extremos.
La literatura en esperanto se ha consolidado y adquirido madurez. Ha comenzado a ser reconocida también en círculos literarios más extensos. Por ejemplo, el PEN Club aprobó en 1993 la constitución de una sección de escritores en esperanto. Se trata por tanto de una literatura limitada en cuanto al volumen del mercado y con problemas de distribución, pero que desde el punto de vista formal no tiene nada que envidiar a las literaturas nacionales.
Basado en parte en textos en http://www.delbarrio.eu/literatura.htm
Para saber más: Antonio Valén: “El esperanto: lengua y cultura”, mga, Santander, 2004.
Geoffrey Sutton: “Concise Encyclopedia of the Original Literature of Esperanto 1887-2007”, Mondial 2008.